Por qué hablamos de juventud

Hablamos de juventud cuando hablamos de la parte más agraviada de la nación destruida, del suelo ocupado. La generación que nació con el libre comercio, la última generación joven del país. Las secuelas y vestigios de lo que el neoliberalismo aún no ha barrido. El presente al que se le niega el pasado y se le cierra toda posibilidad de futuro. Las generaciones pasadas de un futuro que amenaza con no existir, las generaciones futuras de un pasado liquidado. Las y los condenados de la patria.

Cuando hablamos de juventud hacemos un esfuerzo por hablar de aquella parte de la población del país que hoy es mayoritaria, que es además sobre la cual están recayendo todos los ataques del sistema porque su fuerza y capacidad biológica resulta clave para el enriquecimiento de quienes hoy nos dominan, explotan y oprimen.

En la crisis histórica tan profunda que vive nuestro país, el exterminio de la juventud no responde a una falla del sistema, responde a una política de Estado reiterada, sostenida, sistemática y creciente que busca con el exterminio de la juventud hacer el sacrificio excedentario de una parte de la población a fin de huir hacia delante, frente a los obstáculos y límites, aumentando y densificando los niveles actuales de sujeción, despojo, explotación y miseria de las grandes mayorías de este país. Este sacrificio ha sido gestionado, desde décadas pasadas, trans-sexenalmente por parte del Estado de manera sistemática e intencionada, en especial, haciendo un uso perverso de los distintos instrumentos de medición y cálculo de población, que determinan cómo enriquecerse a partir de la juventud vista como “bono demográfico” y, tomando en cuenta que nuestro país está en su pico de población joven, han construido un entramado político, jurídico, cultural y económico para extirpar a la juventud de su energía vital en la totalidad del proceso de reproducción social, al mismo tiempo que se deslindan y renuncian a atender las necesidades que está población joven reclamará en un futuro.

La destrucción de la juventud perpretada de modo permanente por el Estado es la destrucción del país a través de una guerra terrorista, generalizada contra toda la población que le da cuerpo a México como una nación. Las expresiones de esta guerra, de manera general, son homicidio, encarcelamiento y desaparición de jóvenes, tanto por cuestiones políticas (dirigida hacia jóvenes con actividad política en oposición al Estado) como por la “guerra contra el narco”, que ha desatado, generalizado y naturalizado la violencia en nuestra contra; desempleo, estigmatización como “ninis”, imposición de un sistema basado en la competencia; desplazamiento forzado por precarización de las condiciones de vida tanto en el campo como en la ciudad; liquidación de nuestra integridad física y psicológica a través de procesos de trabajo inhumanos; así como la incorporación forzada a la economía criminal o la prostitución.

Esta guerra es también una guerra juvenicida. El juvenicidio en este sentido es más que el homicidio de un joven; es el exterminio de la población joven del país, en especial de las clases nacionales, los indígenas e indígenas mestizos, las y los trabajadores y las capas medias. Este crimen se centra en arrebatarnos nuestra fuerza vital, nuestra humanidad y nuestra potencialidad para transformar la realidad, es decir, centra su ataque con nuestra juventud toda, contra nuestra existencia.

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El crimen se agrava porque nos lleva a convertirnos en agentes reproductores de la deshumanización, en hacernos juvenicidas. Al negar a las y los otros, al asesinarlos, explotarlos, prostituirlos, violarlos, nos estamos negando a nosotros mismos perpetuando la opresión.  De la misma manera, somos nosotras y nosotros los jóvenes, quienes potencialmente hemos de procrear a las generaciones futuras, así que cuando nos agravian están atacando también a los que aún no están aquí, a las y los herederos de esta nación.

Al hablar de juventud estamos haciendo una especie de síntesis de la destrucción del país, poniendo en el centro a las víctimas más directas del desmantelamiento del país para que ellas mismas comprendan su condición y asuman romper con ella.

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